domingo, 10 de abril de 2011

Sedantes, calmantes.

Siento que no vale la pena la vida... ¡Dia-ze-pam!
Me preocupa tanto la inseguridad en las calles... ¡Dia-ze-pam!
No puedo dormir, mis huesos arden, la lengua me envenena y mis ojos sin descanso solo se cierran... ¡Dia-ze-pam!

¿No lo puedes notar? Estoy roto por dentro! Me destruyo lentamente, pero sigo sonriendo... ¡Dia-ze-pam! (y tantito prozac)

Mi pequeñita y yo, ese amor tan lindo que siento por mi linda hija, se esta diluyendo entre cada pastilla... ¡Dia-ze-pam!

¿Donde quedarán mis recuerdos? Los momentos lindos, ¿se perderán entre un mar de memorias? ¿Me irá a olvidar con el siguiente novio? ¿Con sus primeros hijos? Con su nueva casa? Me olvidará como casi todo se le olvida?... ¡Pastillas!

¡Claro que no! ella nunca me olvidaría porque ella me quiere mucho... ¿Verdad?... a decir verdad a veces lo dudo... siempre está tan ocupada, pero sabe que la quiero. ¡Morfina!

Hija!, me desintegro en la siguiente inyección de morfina, me olvido incluso de quién fui, de mis padres, de mi esposo, de mis hijos, hasta de ti, el dolor es insoportable... lo necesito. Pero no te preocupes, que siempre te he querido y seguirá siendo así aunque me transforme en una uva o un limón. ¡Más inyecciones! ¡Más pastillas!

Dosis letal, paro general. Se levanta el telón, se termina la función.

1 comentario:

Luis Ortiz dijo...

Un requiem para el silencio, y una oda de bienvenida a su palabra. Que se manifieste y alcance su cariño medidas desproporcionadas.