domingo, 1 de enero de 2012

De la otra vez.


Qué ganas de ir a encerrarnos a un cuarto de algún caro hotel, modular la luz y escuchar mi música en francés, pasearnos por ahí mientras jugamos, reímos y bailamos tarareando "La vie en rose" con Loui Armstrong, luego tal vez hacer el amor a juego.

Jugar a inventar cosas que no existen, pensar los pros y contras, acordar que al final no hay cosa en este mundo que no cause alienación. Salir de ahí riendo a carcajadas, volver a tararear canciones francesas o algún tango, añorar vivir en Argentina o Francia.

Luego ir a caminar por las calles del centro, en los rincones más desconocidamente bellos de este lugar, encontrarnos y sorprendernos, vivir como La Maga y Horacio.

Bailar en las calles canciones desconocidas, que la gente nos mirara y dijera: "Par de locos... qué tanto bailan?" porque en nuestros oídos mentales resuena "Frou frou" con Berthe Sylvia o algún buen tango.

Quiero besarte tanto, y que al hacerlo de nuevo me abandone a la sensación de caer en un abismo, abismo de perfumes, miradas, tactos, recuerdos.

Principalmente, quiero dejar de hacer todo aquello a solas, quisiera dejar de pasearme por los escenarios descritos y pensar en todo lo que podría pasar aquí con fantasmas. Quisiera poder ponerle un rostro a todas estas memorias, quisiera decir: todo esto con...

Pero no, no hay tal, sigue entonces amando a la sombra de tu propio yo proyectada en un "desearía hacer esto..." por carencias, carencias de atractivo, carencias de amor, carencias de interés, todo es una gran falta.

Entonces ella se dio cuenta de que todo esto, todos los deseos y falsas memorias no le corresponden a él o a este otro, sino que son deseos sin nombre ni rostro. Podría invitar al antiguo pasajero o al contemporáneo o a los que pretenden... pero no, ¿para qué gastar buenos recuerdos en fantasmas?

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